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El duelo más difícil de mi vida

Estas líneas son sin duda las que mas me han costado escribir, me ha tomado casi cuatro meses el poder iniciar con la primera palabra y esto ha coincidido con la cercanía de mi cumpleaños, fecha en la que desde hace varios años suelo escribir memorias de gratitud sobre mi existencia... y bueno así es la vida este año será un poco diferente mi recuento de cumpleaños.

Muchos me dicen que soy fuerte, que soy psicóloga, que se muy bien como manejar estas cosas del duelo, de la tristeza, de las ausencias... y un sin número de comentarios referentes a mi forma quizás fría de afrontar su ausencia. Comentarios que agradezco enormemente, porque me han puesto a pensar sobre la vida, sobre mí, sobre la relación tan fuerte que he tenido con mi madre y sobre lo mucho que me enseño de la vida.


Cuanto le agradezco a ella, mi madre todas sus enseñanzas,

ese talante, esa manera particular de analizar la vida y hacerme ver lo importante en la existencia.


Si bien es cierto, el saber que esté cumpleaños que viene, será el primero sin ella, será el primero en que no hemos planeado juntas como celebrarlo, el primero en que no nos escaparemos en complicidad para hablar de lo bueno que ha pasado este año, de lo que hemos aprendido, de aquello que fue más difícil y dejaremos atrás… de todo ese mundo mágico que nos rodea… de lo uno y de lo otro, el saber esto, como también el saber de muchas otras primeras veces de varios instantes en la cotidianidad que ya no vivo a su lado, tiene mi corazón agrietado, la lagrima a flor de piel y una parte de mi se siente en pausa.

Sin embargo, también tengo ese sentimiento enorme de amor, de gratitud infinita y tranquilidad por todos aquellos instantes vividos, tantas conversaciones, entre cafecitos, helados, champús, salpicón y otros manjares que nos acompañaron a analizar el universo, a develar misterios ocultos y entender que “el agua moja” (como lo decíamos en broma, cada vez que comprendíamos algo que sucedía de aquellos misterios del universo y la vida.) Son tantas las cosas que se pueden construir en un ratito, en un día, en un año y tantas otras en 41 años de ese compartir… tantos los aprendizajes que me deja, que me quedan para aplicar por lo que me queda de vida, para compartir con quienes me rodean, para con la mayor de las sonrisas y todo el amor de mi ser continuar llevando como estandarte. Son tantas las cosas por las que estoy tan agradecida que en mi corazón se comienza a tatuar una sonrisa y en mi alma notó como se asoma la canción de la alegría, que mi padre tantas veces ha cantado.


Lo que me lleva a recordar también esos momentos de familia, donde mis padres con su forma particular y sublime me enseñaron; a volar tanto y tan alto como quisiera, a ser libre, a ser YO siempre, a creer en Dios, a creer en mí, a ser responsable, apasionada, amorosa, justa, honesta, delicada y a la vez firme, dulce, a ir tras mis sueños, a disfrutar de los pequeños detalles, a ser agradecida con todo, a seguir lindas tradiciones, para darle una significado especial a cada acontecimiento y que así se quedará grabado en la retina para siempre, a tener raíces y sobre todo a saber a amarme en toda la extensión de la palabra. Ellos, Liliana y Ricardo, mis padres quienes me han dado la mayor muestra de amor son a quienes le debo esa infancia, esa adolescencia y juventud feliz.


De ellos, mis queridos viejos; he aprendido como se lleva una relación de pareja, un hogar, una empresa, una familia, una vida.


¡Lo cual me hace sentir tan afortunada, bendecida y agradecida con el Universo porque de ellos aprendí a ser libre y como dice mi padre a construir en mi vida un vividero chévere!


Escribiendo estás palabras, que hace días me propuse escribirlas para poder elaborar mi duelo por la partida de mi madre, me doy cuenta que son más las cosas, son mas las razones por las que tengo que sonreír, por las que continuar haciendo de mi vida un total disfrute, son tantos los momentos que tengo por vivir con mi padre, mi esposo, mi familia, mis amigos, mis queridos protagonistas y con todos los seres que se seguirán llegando a mi existencia.


Que nuevamente pienso: Mamá lo hiciste muy bien, me enseñaste a darle valor al presente, a sentir el dulce aroma del pasado y a percibir la magia del futuro que estamos construyendo.

Así que cierro este texto con la certeza que si he vivido años maravillosos con mi madre, seguiré viviendo años extraordinarios con quienes están presentes en mi vida, porque al final con ellos, en mi presente es con quienes seguiré construyendo la magia de ese por venir en amor.


Lo que nos queda a todos los que aquí, seguimos en este plano de existencia es disfrutar cada instante en su máxima expresión, recordar con gratitud lo compartido con aquellas personas que marcaron nuestro corazón, por que fue un regalo enorme que el universo nos concedió y por supuesto seguir con la cabeza en lato, una gran sonrisa haciendo nuestro corazón bailar, siendo protagonistas de nuestra historia en libertad.

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