Mi cuerpo se apaga, pero yo me culpo igual (¿a ti también te pasa?)
- Kryusman
- 11 abr
- 3 Min. de lectura

Hay días en los que el cuerpo dice: “hoy no”.
Y yo digo: “pero tengo que…”
Y ahí empieza la batalla.
No es solo el cansancio físico (que ya es bastante), es esa vocecita molesta que secuela por la rendija y susurra cosas como:
👉 “Estás exagerando”
👉 “Deberías hacer más”
👉 “La gente cuenta contigo”
👉 “No puedes fallar otra vez”
Esa vocecita se llama culpa.
Y con Sjögren, la muy pesada se vuelve casi una compañera de piso no deseada.
¿Por qué nos culpamos si no es nuestra culpa?
Porque venimos de un mundo que idolatra la productividad, la energía sin fin y el “puedes con todo”.
Entonces cuando no puedes con nada —ni con peinarte, ni con responder ese mensaje, ni con estar de buen humor— algo dentro de ti grita que estás fallando.
Y no estás fallando.
Estás sobreviviendo con una enfermedad autoinmune que te seca por dentro, te sacude por fuera y te deja con la batería en modo linterna de emergencia.Y con Sjögren, la culpa se convierte en una presencia constante. Como una vecina que no invitaste, pero se mete en tu casa, se sienta en tu sofá y te juzga por estar en pijama a las tres de la tarde.
Pero la culpa… no entiende de inflamación ni de brotes. La culpa exige. Y cansa más que el propio Sjögren.
La culpa de cancelar planes
Esa que te da cuando mandas un mensaje tipo:
“Lo siento, no voy a poder ir…”
Y después pasas más tiempo justificándote que lo que habrías tardado en salir.
Yo he estado ahí.
He llorado por decepcionar a alguien. He ido a eventos a medias, con sonrisa forzada, solo por no sentirme “menos”.
Y luego el cuerpo me pasa factura. Porque él no entiende de compromisos sociales, solo de necesidades reales.
La culpa de no ser la de antes
Esta es una joyita emocional: querer seguir rindiendo como antes del diagnóstico.Ser igual de rápida, de divertida, de disponible, de brillante, de buena amiga, hija, profesional, amante, madre…
Pero ahora el cuerpo se toma pausas, y la mente también.
Y claro, nos entra esa nostalgia con reclamo incluido:
“¿Y si nunca vuelvo a ser como antes?”
Bueno… y si no vuelves, ¿qué?
¿Y si ahora eres otra? Más sabia. Más compasiva. Más tú.
¿Qué hago yo con la culpa?
Te cuento lo que me ha servido a mí.
No como receta mágica, sino como prueba de que otra forma de estar en el mundo es posible:
🌱 Le doy nombre. Cuando la siento, la nombro. “Hola culpa, ya te vi. Puedes sentarte, pero no vas a decidir por mí.”
🌱 Me hablo como le hablaría a alguien que amo. Si no le dirías “eres un desastre” a tu mejor amiga con fiebre, ¿por qué te lo dices tú?
🌱 Cambio el “tengo que” por el “puedo hoy con esto”. A veces puedo escribir. A veces solo respirar. Y eso también es válido.
🌱 Y cuando no puedo… me abrazo. Literal. A veces me abrazo. Como un acto de “estoy contigo” cuando nadie más lo dice.
💌 Carta a la culpa (sí, la muy metiche)
Querida culpa,
Te reconozco. Te has instalado muchas veces en mis hombros y en mi pecho. Has venido disfrazada de exigencia, de responsabilidad, de querer hacer las cosas bien. Pero ya no te compro ese disfraz. Hoy te miro con ternura… y te digo que no.
No necesito tu voz para saber que valgo. No necesito tu látigo para recordar que tengo un corazón que hace lo mejor que puede.
Así que gracias por tus intentos, pero me bajo del carro de la autoexigencia.
Me subo al de la compasión.
Y si eso te molesta… pues te aguantas.
Con amor (del bueno),
Kryusman, haciendo mi corazon bailar.

Y si te animas… escríbele tú también una carta a la culpa.Ponle nombre, cara, incluso una voz ridícula si te ayuda.Dibújala como una nube pesada, una señora intensa o un muñequito mandón.Muéstrale la lengua, sonríe, y recuérdale quién manda en tu vida.
No importa si eres mujer, hombre o quien seas:si vives con Sjögren, tienes derecho a descansar sin culpa, a cuidarte sin explicaciones y a ser compasiv@ contigo.
Y si un día la culpa vuelve a aparecer… que se siente a mirar cómo floreces.Sin permiso. Y con risa.
Excelente