top of page

Cremas, gotas y un botiquín que parece maleta de Mary Poppins

Cuando alguien dice “me voy a cuidar un ratito”, lo normal es imaginarse un momento de relax con velita aromática, música suave y una mascarilla de pepino. Todo muy Pinterest. Todo muy zen.

Pero para mí, que tengo Sjögren, “autocuidado” suena más a misión de espionaje internacional que a rutina de belleza.


Nada de batita blanca y copa de vino. (aunque a veces si dan ganas, del vino)


Yo despliego mi equipo como si fuera la Agente S. —con licencia para hidratar— y un bolso que parece maleta de emergencia con efectos especiales.


Es abrir el neceser y salen tubos, sprays, colirios, bálsamos, pastillas con nombres impronunciables, crema para cada centímetro de mi ser…


Y si te fijas bien, probablemente también tengo un plan de contingencia, una botella de agua tamaño bebé elefante, y una lista de recordatorios estratégicamente pegada al espejo.


Esto no es glamour. Es logística. Es supervivencia nivel ninja del desierto.

Es supervivencia nivel ninja del desierto con estética de Mary Poppins seca.


Cuando alguien dice “me voy a cuidar un ratito”, yo me imagino una coreografía cronometrada, con precisión quirúrgica y banda sonora dramática de fondo:


💧 Gotas en los ojos (sin contaminar el frasco).

💊 Pastilla exacta a su hora (sin saltármela ni confundirme).

🧴 Crema para manos (antes de que se agrieten como tierra sin riego).

🌬️ Mini ventilador por si viene el brote volcánico.

✨ Cara de “yo puedo con esto”, aunque esté a dos cucharadas del colapso emocional.


Y sí, a veces parezco Mary Poppins, pero en lugar de sacar un paraguas mágico de mi bolso, saco una pomada ocular, medio herbolario y la paciencia de una santa mezclada con una científica cansada.


Mi rutina no es un ritual: es logística avanzada

Cuando salgo de casa, esto es lo mínimo indispensable en mi bolso de supervivencia nivel Sjögren:

  • Gotas para los ojos (mínimo tres tipos, y todas distintas).

  • Spray nasal antihielo.

  • Bálsamo labial (y otro de repuesto, porque uno siempre desaparece misteriosamente).

  • Crema para manos, cara, cuerpo… y sí, también para pies.

  • Medicación del día y de “por si acaso”.

  • Pastillas de rescate emocional y físico.

  • Protección solar como si fuera un escudo antidrama.

  • Agua, porque soy básicamente un cactus con agenda.

  • Mini ventilador, porque el fuego autoinmune no perdona.

  • Gafas de sol (aunque esté nublado, la fotofobia no entiende de clima).

 

Y todo esto en un bolso tamaño cabina de avión… o camión de mudanzas, según el día.

Y todavía hay quien me pregunta: “¿Por qué cargas con tantas cosas?”



Porque no estoy yendo de paseo.

Estoy yendo a vivir, con un cuerpo que necesita instrucciones y refuerzos constantes.


Así que no, no es vanidad. No es excentricidad.

Es supervivencia diaria, con dignidad, crema con textura rica y un poquito de humor en el bolsillo.


Y todavía me preguntan por qué llevo un bolso tamaño equipaje de cabina.


Esto no es belleza, es supervivencia

Si me ves echándome crema cada dos horas, no es porque aspire a brillar como influencer de rutina coreana.



Es porque, si no lo hago, me empiezo a resquebrajar como bizcocho viejo olvidado en la despensa. Literal.

Y si me pongo gotas en medio de una reunión, no es por drama ni coquetería…es porque mis ojos están organizando su propio festival del desierto.


Tipo: podrían plantar cactus y sobrevivir ahí sin problema.


Mi cuerpo no está “un poco cansado”. Se seca. Como hoja en otoño. Como tostada sin mermelada. Como lagartija olvidada al sol en la azotea de agosto.


Esto no es estética. Esto es evitar desmoronarme en migajas humanas sobre el teclado. Así que sí, mi rutina de autocuidado puede parecer más intensa que la de una estrella de Hollywood...pero en mi caso no es para lucir fabulosa (aunque si se da, tampoco me quejo 😉). Es para funcionar, sobrevivir y no terminar hecha polvo (literal).

Espías del autocuidado: edición Sjögren


Hay arte en esto. Y ciencia. Y un poquito de magia caótica.


  • Calcular cuántas dosis exactas necesito en el bolso para no quedarme a medias.

  • Encontrar esa crema que no pique, no huela a farmacia antigua y no desaparezca a los 3 minutos.

  • Recordar cuál gota va antes (y en qué ojo, porque todo tiene su protocolo).


A veces me siento como Mary Poppins…pero con menos canciones y más colirio. Abro el bolso y salen tubos, frascos, tiritas, termómetro, hidratante con esteroides y —cómo no— la lista médica manuscrita que nunca sé dónde guardé, pero igual cargo siempre.


Y si me preguntan:¿Todo eso para qué?

Respondo con una sonrisa seca, pero digna: Para vivir. Porque vivir con Sjögren no es sencillo, pero puede tener su estilo… hidratado.

 

Cosas que me ayudan (además de mis mil productos mágicos)


✔️ Tener un neceser bonito (con estampado floral, gatos o glitter, según el mood), que me arranque una sonrisa cada vez que lo abro. Porque sí, hasta el autocuidado merece su dosis de alegría visual.

✔️ Poner recordatorios en el móvil para las gotas, porque la niebla mental no avisa, y una ya no está para confiar en la memoria cuando ni el cuerpo coopera.

✔️ Reírme de mí misma cuando saco mi arsenal, porque no es drama, es coreografía de acción: Misión Imposible – edición hidratación intensiva.

✔️ Compartirlo con humor, porque vivir con Sjögren no es fácil, pero tomárselo en serio todo el tiempo… tampoco ayuda. La risa es medicina sin efectos secundarios.

✔️ Y lo más importante: no sentirme culpable por necesitar tantas cosas para “funcionar”.

Esto no es exageración, es adaptación. No es debilidad, es estrategia.


Y sí, me lo digo en voz alta frente al espejo con crema en la mano: esto también es amor propio.

 

💌 Carta a mi botiquín portátil


Querido kit de supervivencia autoinmune:

Gracias por ser mi compañero inseparable de batallas secas.

Gracias por ir conmigo a todas partes, aunque ocupes medio bolso y huelas a “mezcla entre farmacia y spa de guerra”.

A veces te miro con fastidio, lo confieso.

Me recuerdas que esto no es fácil, que no es normal, que no es justo.


Pero también…Eres quien me hidrata cuando ya no puedo más.

Quien me permite salir, moverme, existir.

Eres mi pausa, mi sostén, mi parche y mi perfume medicinal.


Prometo reponerte con cariño, no avergonzarme nunca por necesitarte,y sobre todo: honrarte como parte de mí, aunque no seas bonito ni ligero.

También te iré poniendo más bonito y con mi estilo personal.

Es cuestión de tiempo, ya lo verás.

Quedaras guapísimo.


Tú y yo, botiquín querido, somos un equipo.


Con gratitud pegajosa (y suave),


Kryusman.



Y si te animas… haz tu propio botiquín bonito.

Ponle color, cariño y todo lo que te ayuda de verdad.

No tiene que ser perfecto, solo tuyo.

Y ya que estás, escríbele una carta.

Agradécele, ríete con él, reconcíliate con lo que necesitas para vivir bien.

Porque sí, cuidarte también es quererte.


Y tu autocuidado merece belleza, mimo y dignidad... aunque huela un poco a pomada.

1 comentario

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
Invitado
16 abr
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

¿Cómo te puedo dar las gracias por ponerle esta bella descripción al caos que toca vivir?

Justo así, así mero lo siento y lo vivo, más en la mañana y en la noche cuando el "ritual" (como justamente yo le llamo) tiene que desenvolverse para poder darme un día lo más normal posible.

Gracias, gracias, gracias porque con tus palabras, me doy cuenta que no soy la única que odia y quiere al mismo tiempo ese maldito botiquín... Y si, así de divertido lo pienso también cuando me toca poner en práctica la "logística avanzada"...

No sabía si llorar, si sentirme feliz o mejor aún llorar mientras me siento agradecida por tener la oportunidad de leerte.

Mil gracias...

Atte: un…

Me gusta
bottom of page