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“Estoy bien”: la gran actuación de cada día con Sjögren

 (o cómo sobrevivimos con sonrisa de gala y brote de fondo)

✍️ Por Kryusman

Lo que no decimos.  Kryusman

“Estoy bien”, decimos.

Aunque la espalda quema, los párpados pesan, la lengua arde y la energía se esfumó en el intento de levantarte de la cama.

“Estoy bien”, repetimos.

Aunque el cansancio te haya hecho olvidar por tercera vez dónde dejaste el móvil… que tenías en la mano.

“Estoy bien”, soltamos,porque no queremos explicar por quinta vez que “no, no se me va a pasar con lágrimas artificiales y una siesta”.

 

Lo que decimos vs lo que callamos


Decimos:“Hoy me siento mejor.”

Pensamos:— “Porque comparado con ayer, no parezco víctima de ataque zombi. Solo de murciélago emocional.”

Decimos:“Tranquila, tú ve. Yo me quedo descansando.”

Pensamos:— “Si me levanto, me desarmo.”

Decimos:“No es tan grave, hay gente peor.”

Pensamos:— “Y, sin embargo, aquí estoy fingiendo que puedo con todo mientras mi lengua se achicharra y mis manos duelen al teclear esta frase.”

 

La sonrisa como armadura


No, no es hipocresía.

No es falsedad.

Es supervivencia emocional.

Es esa forma aprendida de protegernos cuando el cuerpo duele, la energía no alcanza y el mundo no está listo para escuchar lo incómodo.

Nos sonreímos porque nos han enseñado que lo correcto es no incomodar.

Que es mejor parecer bien… que explicar por qué estamos mal.

Que una sonrisa disimula.

Que una sonrisa “cae mejor”.

Que si decimos la verdad —esa que pica, que arde, que cansa— somos intensas, exageradas, negativas o, peor aún… poco agradecidas.

Así que sí: muchas veces la sonrisa se vuelve una especie de maquillaje emocional.


Una capa de protección que llevamos puesta, aunque por dentro haya sequedad, brotes, insomnio o miedo.

Pero hay días en los que la sonrisa pesa más que el dolor.

Días en los que sostenerla es un acto de fuerza bruta, no de alegría.

Y en esos días también está bien no sonreír.

Está bien fruncir el ceño, llorar bajito, decir “hoy no puedo” sin culpa.

Porque la autenticidad también es medicina.

Y porque mostrarnos reales no nos hace menos fuertes:nos hace más humanas.

 

¿Y si dejamos de fingir tanto?


No para dramatizar.

Sino para permitirnos ser reales.

Humanas.

Contradictorias.

Llenas de síntomas, pero también de coraje, risa, palabras, memes, resiliencia y días en que no queremos hablar con nadie.

Hoy es martes.

Y si hoy tu “estoy bien” en realidad significa “no puedo más” …te abrazo con la mirada cansada y la ternura intacta.

Porque aquí no hace falta fingir.

Aquí podemos decir:— “Estoy en brote. Pero estoy.”

 

Kryusman escribe. Tu Corazón Baila.

Porque vivir con Sjögren es duro, sí.

Pero también es un acto diario de amor propio, de dignidad silenciosa y de sonrisas valientes… aunque estén hechas de papel seco.

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